Marco Antonio Rodríguez/ Éramos niños, la inocencia guiaba día y noche nuestros pasos, los conducía como los cochecitos con que jugábamos sintiéndonos pilotos profesionales para más tarde aplastarlos y así saber qué había ahí adentro o quién los conducía tan mal que de plano chocaban en cualquier pared. Entonces sólo nos preocupaba no incendiar la casa o ponchar nuestras pelotas y tener cáscara de plátano para sellarlas en caso de hacerlo. Jugábamos, recuerdo bien, con el rastrillo de papá y lo paseábamos por la cara sin vello. ¿Te acuerdas? Tú siempre quisiste tener una barba como la de Ryan Hurst en su papel de Opie en Sons of Anarchy. Dejabas a ver que aquel personaje te inspiraba una especie de no-sé-qué que transformaba tus desánimos. Teníamos doce o trece, porque fue justo la etapa en que mamá abortó al que pudo ser mi hermano favorito. Ella no hubiese querido hacerlo, pero Dios sí. La veíamos tan ilusionada que nos inspiraba una ternura inusitada, ¿te acuerdas? Compraba ropas de
No somos un semanario periodístico ni una revista cultural, sino todo y nada. Haremos en este espacio lo que nos plazca y escribiremos en él, de igual manera, lo que nos venga en gana: creación literaria, crítica musical, ensayo, investigación, artículo de fondo, crónica, historia y, de vez en vez, análisis.